lunes, 8 de noviembre de 2010

Politinación

El olvido parece ser la repetitiva piedra con la que el argentino promedio tropieza o desea tropezar.

Hace casi nueve años cuando nuestro país se develó –como verdaderamente es-- en un capitalismo restringido y fundido para la ganancia de pocos, toda la clase media salió a las calles, cacerola en mano pidiendo que se vayan todos. ¿Cándida imagen, verdad?

Y digo cándida porque ningún lobo en su sano juicio abandona algo porque un cordero se lo pide.

Todos coincidiremos que no se fue nadie porque prácticamente nadie foráneo al estamento político tomó posición. Pero si de alguna manera lo hizo se alineó al status quo pues combatir políticamente contra él, representaba nadar contra la corriente. Nadar contra el verdadero y central poder.

Lo singular y loable de aquella vuelta de página fue el involucramiento político de toda la sociedad, hasta las piedras hablaban y tenían una posición política definida, aquellos que no la decían pero que hacían o deshacían con una serie de actos se definían por una determinada política, tal vez inconscientemente, tal vez no.

A partir de la aparición del kirchnerismo (?)[¿se puede decir que es una ideología política?], y su contraparte política y mediática se comenzaron a escuchar y a propalar un neutralismo pragmático conocido como "politización". Sin embargo la mayor falacia del significado que se le endilgó a tal palabra fue como eufemismo de corrupción, de deshonestidad. Quedó sobrentendido: política= cloaca.

La idea fue generalizar el concepto de que la política es una clase cerrada, espúrea, corrupta e inamovible. Un mal a ser extirpado en pos de la sobrevivencia de la Nación Argentina. ¿Qué nación? ¿La oligárquica o la democrática y popular?

Es más que evidente que se ha creado una propaganda resignante y reproductora del círculo de la profecía autocumplida, diabólica y negativista a cerca de la política como herramienta de cambio y diálogo socio-económico con la clara intención de revalorizar a la actividad económica “la economía” como fuerza aglutinadora y desprovista de toda ideología que verdaderamente hace de manera ecuánime y generosa mejorar la calidad económica de todos los habitantes de la nación –esa que se llamó Teoría del Derrame--. Eso fue engarzar un corralito pedagógico de dominación y control social. Fue sobrevalorar el individualismo como máxima expresión del desarrollo social y económico. Los sujetos adscriptos a la mal llamada clase media creen que sus ancestros y ellos se hicieron y hacen solos, han sido amables objetos del establishment que bien disciplinados ignoran o desean ignorar que son el fruto del emergente de las políticas de ampliación socioeconómicas y de involucramiento político durante los gobiernos de Irigoyen, Perón, Alfonsín y Kirchner. Su indiferencia en principio está motivada por la decepción pero crece a través de la ambición de un crecimiento monetario similar al de las clases altas, aceptando que ellas se han desarrollado por propio modo y de manera decente cuando han ejercido influencia sobre los poderes del estado para llevar adelante los delitos de cuello blanco, aquellos que asesinan a las finanzas nacionales, que roban a la economía de toda la población.

Si se desea cambiar o mejorar cualquier movimiento o partido político lo primero a realizar es involucrarse. Para ello hay que tener muchas ganas, determinación, tripas y nervios de kevlar.

La falsa pretensión de creer que el administracionismo debe y ocupará el lugar de la política --ello como hijo natural del neoliberalismo noventista-- es una búsqueda autoritaria de anular la opinión y la participación política (derecho político que dá ciudadanía a cualquier habitante) para trocarlo por la delegación total de la responsabilidad político-ideológica en personas del campo empresarial creyendo que es lo mismo una agencia empresarial que una gubernamental, que es lo mismo ciudadano que consumidor, que es lo mismo persona que target.

Desde la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se ha repetido la falacia de un mantra exorsizante que la historia había terminado, las ideologías habían muerto. Con ello se ha tratado de imponer el mensaje unívoco y uniformador --y propiamente equívoco-- de que la economía está finalmente desprovista de toda ideología, que la ausencia de discursos opositores a las políticas económicas del capitalismo salvaje y transnacional son una evolución positiva, racional y conciliadora que beneficia a toda la humanidad sin distinción, sin excepción. Este nodo ideológico-pragmático continúa con su lógica anuladora de toda discusión, de toda racionalidad pues la base unívoca y uniformadora para su éxito requiere de que su voz y su dialéctica simplista y alegremente cínica sea la única que se escucha, lee y vé, la clave en cualquier batalla dialéctica y militar es siempre el nulla lumen, nulla sapiens; eliminar la luz es eliminar el saber. En pos de beneficiar y concentrar al verdadero poder establecido (el económico) se buscó, se busca y buscará anular la discusión, el intercambio de ideas, su choque; el objetivo es eliminar la política.

Nada más falso que ello. En cualquier región del globo es la política la que determina cualquier rumbo, en especial el rumbo económico a seguir. La política es la mente, la economía el acero.

La ideología y la política están en todo. Cada acto de la vida de una persona está determinado por una política y una ideología. Puede nacer desde la psicología o la sociología del ser pero lo cierto es que las decisiones concretas determinan una estructura política de los individuos. Cada necesidad individual que logra acumularse para ser grupal es una expresión política

Quién decide viajar en su auto --siquiera tener su vehículo-- o viajar en tren, consumir alimentos de primeras o segundas marcas, comprar un plasma o una pc; ni qué hablar de las decisiones que forman el conocimiento y la información del presente y del pasado propio y general; tienen una raíz e incidencia política que se traduce en apoyos socioeconómicos y psicológicos que actúan de manera positiva o negativamente hacia donde sea dirigida o restringida (ej.: Ley 1420, Ley Federal de Educación 24.195 de 1993). La primera ley buscó integrar la sociedad, buscó “civilizarla” si se quiere amaestrarla. La segunda la polarizó en forma estanca (sectores ricos y pobres y objetivó como mano de obra barata a una; y calificada y de elite a otra, buscando siempre que su necesidad económica le anule y enceguezca su voluntad de lucha política.

Este poder con rostros difusos y jurídicamente poco asibles son --y ciertamente debe ser-- indestructible así como el del estado, ambos son el contrapeso del poder agonal de un estado-nación, sin tal coexistencia caeríamos en el totalitarismo de uno u otro bando. Cuando en lineas generales ambos poderes confluyen, surge la evolución. Este suceso se conoce ordinariamente como burguesía nacional. Los ejemplos se dan en Inglaterra desde el siglo XVII, en Norteamérica, Alemania, Francia y de manera fluctuante desde hace 40 años en Brasil. Estas burguesías contrabandistas en sus inicios, se disciplinaron a base de guerras defensivas e independentistas y desbaratamientos financieros extranjeros que nuestra burguesía antes bien recrea y promueve puertas para adentro como parte del dominio, pues la clase dirigente económica es colonial, es simplemente la cabeza de playa del imperio de turno que quiera poner su pie.

Para tales sectores el sinónimo favorito de burguesía nacional, es comunismo internacional (actualmente llamado chavismo), cuando ciertamente en lo sustancial es la búsqueda y desarrollo de un capitalismo nacional y humano, al contrario que el salvaje y transnacional que se da merced a las oligarquías de nuestra región que son temerosas del conflicto con las economías más poderosas y reticentes a la inversión interna en el trabajo y el desarrollo (que es la verdadera fuente de riqueza) y no el paradigma idiota de un ser y su cosa sin el resto de los seres (yo pienso, luego [solo] yo existo) Ej: Tenemos un país riquísimo.

Al país no lo tiene uno como persona física o jurídica propietaria y dueña, lo habitamos todos los que en él estamos y en ese sentido detentamos el señorío de la soberanía republicana sobre tierra (subsuelos), agua y aire.

Es necesario saber y tener en cuenta que el 54% de los activos de las familias y las empresas de la clase dirigente económica argentina (que muchas veces han nacido de la licuación de activos productores de bienes de consumo e industrializados se han trocado en activos ociosos y transferidos al mercado financiero norteamericano en un 72% y en un 28% en el europeo --estos son datos de hace nueve años-- actualmente la tendencia se ha corrido hacia las economías emergentes, China, paises del sureste asiático, India y Brasil, entre otros. Es decir esas familias y empresas que son las formadoras del consumo y son las directrices de los paradigmas socio-políticos no invierten en el mercado nacional --en cuanto a activos productivos un 11,7% de ese restante 46% de la riqueza que han generado o degenerado en Argentina. Es evidente que tales emporios no creen en el desarrollo de la riqueza interna y mucho menos del desarrollo humano y social.

Podemos asombrarnos y horrorizarnos. Eso no servirá de nada. Lo que se debe tener en claro son éstas normas disciplinantes y acotantes que emiten hacia toda la sociedad en todos sus aspectos.

El último asalto antipolítico se dió a raíz del conflicto de los colegios porteños con el patrón de la clase media tilinga argentina en donde los chicos colgaron sus trajes narcisistas y sus conflictos con la autoridad y le pusieron ideas y cuerpo a necesidades y derechos que traspasan mandatos, edades e ideologías. La herramienta del amo oligarca, establishment o status quo (los medios de comunicación) indican, educan y disciplinan para no pensar. El pensamiento es luz y es una amenaza al poder.

En verdad muy pocas veces pensamos, la mayor parte del tiempo reaccionamos a través de mecanismos sintetizados, (prejuicios y generalizaciones) y es que al estar disciplinados por el control social nos anulan como seres racionales, no es erróneo señalar que nos programan, cualquiera de nosotros puede descubrirlo en el otro, lo problemático es descubrirlo en uno mismo y es que uno aprende contra el conocimiento (G.B.), contra esa disciplina impuesta por la naturaleza o la razón darwinista.

Vemos entonces que se trata de matar la ideología, se trata de ir contra los molinos de viento, sin gloria ni gracia cervantiana, parece que no han leído o no han entendido la frase que Sarmiento se afanó como tantas cosas: Las ideas no se matan. Perdón por mi ingenuidad, sí la entendieron, pero como ya no pueden matar a los mensajeros de la igualdad y la dignidad han armado un gran toldo para tapar el sol sin entender que aunque no lo veamos el sol siempre está.

lunes, 26 de abril de 2010

Todo bien?

La pregunta ha sustituido a un saludo neutro pero amistoso, y ancestral por un cuestionamiento que suena amable, inocente y superficial y que al jugar con la totalidad acaso encierre una afirmación obligatoria y fascista a estar óptimo, predispuesto, positivo, pila-pila. Y más que una obligación parece una astreinte sistemática de la buena civilidad.
Desde ya, criticar esta frase hecha (para agregar al Manual de zonceras argentinas) hace enardecer a sus variopintos usuarios.
Se pregunta afirmando porque no se desea saber como está el otro en verdad y profundidad. El otro no importa si no es y está como yo. Ya lo dice el aviso de Coca-Cola: "El mundo no está preparado para otra respuesta". Y se ha impuesto como verdad omnisciente, se ha amaestrado al mundo para que no acepte sino su feliz rostro narcisista e individualista y el resto... son restos, no sirven.
Mis disculpas, soy un malpensado, un rencoroso de manual, sí, y me encanta sacar a pasear mi impostura por donde sea. Me encantaría y hasta quizás pagaría para oír la respuesta de aquellos adictos /as al bienestar perenne mientras son fastidiados en un asalto a punta de cuchillo o bufoso, o cuando son estafados en una transacción, o son víctimas de un secuestro, de una violación, o una paliza y preguntarles con una mano en el hombro: ¿Todo bien? ¿Qué sentiste en ese momento?
Bien, es todo desde aquí, adelante estudios centrales.

jueves, 11 de febrero de 2010

Primera Clase

¿Quién te creés que sos?

¿Qué clase de ser creés que sos?

¿Sos? ¿Existís?

Estas son algunas preguntas que la sociedad se hace a sí misma para controlarse, delimitarse y purgarse integrando o excluyendo a sus componentes.

Esto está dicho con prudencia, podríamos decirlo de forma más cruda y sincera pero a los ojos de nuestro objeto de estudio sería rencoroso e irracional, aspectos en los que de ninguna manera se pretende caer en éste breve ensayo, pero ganas no faltan.

Esta programación puede ser tanto inconsciente como conciente, interna como externa.

Puede ser razonable cuando un país es justo con la mayoría de sus habitantes pero ese no es el caso de la República Argentina y eso es lo que genera y programa un círculo de desigualdad.

Es inherente al ser humano clasificarse, nomenclarse, individualizarse, todas las sociedades han realizado éste proceso con el fin de organizar su funcionamiento. Los antiguos imperios y reinos mediterráneos --como en el emblemático caso del romano-- se clasificaron a través del patrimonio que otorgaba la puerta al honor de la leva militar que luego se transformaba en la carrera política, comercial o simplemente productora. El honor y la dignidad estaban dadas por el servicio que se hacía a Roma y su pueblo. Se asumía la simbiosis pueblo-individuo, naturalmente ese honor de servicio y pertenencia de las clases patricias luego decaía y abundaba en corrupción, holgazanería y opulencia desmedida.

Con el surgimiento del capitalismo en la baja edad media, el paradigma de la honorabilidad, la dignidad y los derechos que asignan calidades y clasificaciones típicamente positivas a las personas, se asentaron sobre la base monetaria, sin importar la procedencia de tal riqueza y más aún, si tal riqueza era producto de la astucia y el despojo por la espada o la pluma que se embozaba en lagunas y zonas grices legales, generaban un miedo de respetabilidad y de honorabilidad que elevaban al trono de la impunidad al libertino y/o corrupto.

El sistema policial festeja y exalta el delito de cuello blanco, sofisticado y tecnificado castigando in limine la opera tosca, la torpeza. La filosofía del cinismo hace que aquello que es ilegal --pero bien organizado, con apariencia pseudolegal-- sea tenído en alta estima, sea legitimada socialmente.

"La identidad, la idioscincracia de la clase media argentina a fines del siglo XIX --como señala Ezequiel Adamovsky-- surge de una curiosa idea de decencia"

Esa curiosa idea de decencia es el orgullo de desarrollarse en ámbitos laborales más afables que no implicaran en la producción laboral el físico como su estricto medio, sino el desenvolvimiento en tareas administrativas, comerciales, burocráticas, etc. que involucraran lo psíquico y generasen un mayor rédito pues tales calificaciones no contaban por entonces con gran cantidad de mano de obra. Su orgullo también se encuentra en lo que comúnmente se denomina operatividad de baja intensidad. Contemporáneamente ese enclave de dignidad ni siquiera se halla en el trabajo sino en la adquisición de riqueza y su acumulación de maneras non sanctas. En esa respetabilidad de hacer la plata sin trabajar, la clase media y mucho más antes la alta, encuentra su apoteosis.

Podemos decir que la identidad de la clase alta está dada por la idea y certidumbre de poder y munificencia que supera el anhelo de opulencia económica que persigue la clase media. La clase alta, es dominante, es ampliamente organizada y consiente de sí misma.

¿Pero que podemos decir acerca de la identidad de las clases bajas?

La filósofa Silvia Schwarzböck señala acertadamente que los pobres no tienen un marco de moralidad propio (hoy acentuado por el proceso de desactivación de las garantías y derechos laborales así como la lucha sindical, la desindustrialización y desaceleración de la producción manofacturera y maquinofacturera iniciada en la década de 1960 N del E.) para hacerla valer frente al resto de la sociedad.

La clase baja, los pobres --y más que ellos los hijos de los ricos-- saben bien que la plata no se hace trabajando (Schwarzböck), que el trabajo otorga la posibilidad de sobrevivir pero muy acotadamente la de superar una situación que desde la programación idioscincratica de los núcleos dominantes de formación (muy sugestionables a las opiniones del sistema de estado policial: agencias policiales, legales de comunicación, educación, etc.) se establece como inamovible per se.

También saben que estudiar no es la panacéa del éxito personal. Que consumir hace al ser. Que la fama o infama que sea redituable en dinero vale más que el honor y cualquier otro principio ético o moral. Y lo saben porque son mandatos y ejemplos de vida impuestos desde el ideario contemporáneo de la clase media alta, refractaria de los designios de la clase dominante.

El ascenso social y la ampliación de la clase media --como producto de la contradicción entre el sistema colectivista e individualista y como dique de contención social, ideológico y económico ante las corrientes revolucionarias de inicios del siglo XX, (en América del Sur como el anarquísmo, socialismo, comunismo)-- se dió como una necesidad diagramada desde la clase dominante en pos de conservar el poder. Este ascenso se dio débilmente desde el primer gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, incrementándose en el gobierno peronista hasta estancarse durante la dictadura del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional de 1976.

La conciencia de pertenecer a la clase media es eminentemente discursiva, de ninguna manera es orgánica y es evidentemente volátil en su conformación. Hasta fines de la década de 1970 conformar la clase media requería de una serie de puntos socioculturales que propugnaban y amparaban la dinámica estable del crecimiento sociocultural y económico que se reunían en torno al acceso a la educación, la vivienda y el barrio, el consumo de bienes y servicios y el dinero. Todo ese cúmulo aglutinador y segregador lograba así varios nexos de pertenencia con su realidad y lograba su identidad frente al resto de los contratantes sociales.

Durante la década de los 90' ese paradigma cambió. Casi el único requisito para integrar ese inasible sector se basó y se basa en la ganancia económica que permita determinados consumos y gastos que de ser generalizados y normales para sectores más amplios de la población no pasarían como una cuestión de lujo. El origen de esa ganancia dineraria no tiene importancia en cuanto si es espuria o acorde a la ley, importa tener, importa parecer. Pues los signos de los tiempos remiten que parecer hace al ser. La coerción psicológica del control social ahorra balas contra los sectores más desprotegidos económicamente pero no las anula, antes bien las introduce entre ellas como herramienta de control y división desestatizada acrecentando los ejércitos irregulares de la delincuencia o regulares de la policía que encuentran su abrevadero la mayoría de las veces en las mismas poblaciones desprotegidas y fronterizas.

Así como en tiempos de Machiavelli se valoraba y respetaba al signore que gozaba de su riqueza pero mucho más al que gozaba de las ajenas, hoy el poder de la corrupción es el deseo embozado de cualquier mortal argentino pues plantea la impunidad y la estabilidad para vivir como se quiera --dentro de las reglas de los impunes, claro--. Convivir con los que quieren acceder al Corruptive way of life es otro tema que se mantiene a pura coerción económica y policial.

Si el pleno empleo estuviera asegurado no se podría acusar a tal parámetro de antidemocrático e injusto. Pero en la actualidad --2009-- se continúa desarticulando y pauperizando económica y políticamente a la sociedad no por una política dirigida desde el estado sino desde los grupos de intereses del sector privado.

Quizás la mía fue una de las últimas generaciones que compartió horas de aula, hasta la facultad, con la ignorada clase baja --como la de un servidor--, la media y hasta la alta y por ende tuvo la posibilidad de conocer y comparar miradas e idioscincracias, defectos y virtudes, necesidades y ostentaciones desubicadas; hoy esa conveniente dinámica sarmientina (que en absoluto era inocente en cuanto a sus objetivos de transplantación étnica y cultural germánica) de espiritu de grupo nacional sin distinción de clase, raza y credo se va esfumando en la anécdota.

No hace falta parafrasear a Adamovsky ya que es parafrasear al tilingo argentino, especialmente el porteño, que realza siempre que puede, su descendencia europea y blanca y refuerza los modelos germánicos de belleza. Para ese sujeto ser blanco es ser parte de la clase media, quien no lo es pero económicamente la integra debe reafirmarse como blanco y europeo todo tiempo posible, cultural o económicamente. En tanto que los descendientes de la península euroasiática --sí, los europeos-- sostienen la falacia de la tolerancia racial con los bastonazos pedagógicos de una economía de subsistencia y una transculturización deformante de las mayorías nativas y no europeas leucodermas.

Se van re-creando así compartimientos estancos y homogenizados que solo fomentan resquemores y odios. Un letal control social que anula el diálogo y el encuentro con el otro, con el diferente, y esto como señalan los grandes filósofos existencialistas marcan el suicidio social.

Además, tal polarización copta culturalmente desde el discurso de la clase media, el contenido intelectual de la clase más sojuzgada y numerosa --pero no por ello sin luces--, desarticulando el espíritu cooperativista y socializante de los proletarios para suplantarlo por uno de plena raigambre individualista y capitalista que promete éxito y estabilidad si no se opone resistencia al discurso y método de la clase dominante y se subordina el discernimiento, la intención y voluntad (propio de un individuo independiente y racional), al mercado y al consumismo.

El problema de la clasificación reside en la programación que se le otorga y en su anulación como ente capáz y protagonista de la historia --como logra serlo la clase dominante-- y la simple personificación y gestualización irracional de reacciones prestablecidas por los factores de poder que la clase media adopta imbuída con un espíritu salvador de la moral patriótica que por voces externas supone única y verdadera.

El individuo puede conocerse, programarse y superarse a través de su contexto (los filtros del sistema eventualmente lo aceptarán, excluirán o no lo percibirán) pero un grupo o clase emergente es una masa significativamente voluminosa, informe y contradictoria que de ser incluída a groso modo en el ascendiente social sería negativamente competitiva y ejemplarizante para el sector dominante, he aquí la razón de la contención y la tributación forzada hacia la clase principal a la que tiene como una figura paternal y benéfica pues fue formada por ella y significa su norte y no a su acérrima opresora.

Los integrantes de la clase alta son patricios en su totalidad --además de individuos emergentes excepcionales-- quienes integran tal grupo. Si otro grupo o factor de poder alternativo plantea el conflicto, la reacción dominante brota beligerantemente y la retracción en pos de la supervivencia se hace evidente en las clases subyugadas que accionan perimiendo, según la lógica gravitacional, lográndose así el status quo siempre deseado por la oligarquía imperante.

Las evoluciones o revoluciones son excepciones a la regla, son la última solución para el mantenimiento de todo poder y ello de ninguna manera señala la extinción del poder establecido sino meramente una lógica adaptación con el grueso de sus reglas de estabilidad y establecimiento administrativo, legal y económico. El desarrollo que de allí se formule solo será un perfeccionamiento del establishment.

Todo individuo presiente esto. Sin embargo no quiere sentirse descubierto. Saberse excluído de su ansiado nodo social marca la muerte civil.

Continuará...

martes, 5 de enero de 2010

Superman en problemas

En las contemplaciones del mundo, una de las más particulares de nuestra época es la subrayada decadencia de Superman. Algunas voces señalan que este comportamiento anómalo se debe a la muerte de la periodista del diario The Planet, Luisa Lane, supuesta amante del calzonudo, fallecida a los 51 años en extrañas circuntancias.

Se habla sobre la posibilidad de una grave intoxicación con kriptonita, quizás un problema de esquizofrenia y personalidad múltiple detonada por la muerte de Lane u otra situación límite como podría ser la muerte de sus desconocidos padres adoptivos.

Una de las hipótesis más inquietantes es aquella que detonó la propia Luisa Lane, que frente a los constantes avances que ella le hacía lo señaló de posible impotente, castrado u homosexual no asumido. Luego de tales acusaciones Superman y Lane iniciaron un tórrido romance.

Lo concreto se resume en un abandono y desidia total del superheroe. Durante el último semestre se lo ha visto deambular desaseado, barbudo, ebrio a veces, drogado hasta el túetano en otras.

Se lo ha relacionado varias veces en éstos días con la Mujer de la Villa pero ella misma desestimó la relación ya que aunque no lo señaló mantiene un romance circunstancial con Linyera verde, el Hombre de la Piedra y Superwine.

En horas de la tarde de ayer fue internado de urgencia en el Hospital Fernández el mentado hombre de acero por un cuadro de intoxicación de paco, heroína y anfetaminas. Superman fue encontrado en el barrio de Monte Castro robando un portón de hierro forjado de un viejo caserón, portón que usaría como moneda de transacción para otra dosis de alguna de las tantas drogas a las que se hizo adicto en los últimos meses.

Detener al heroe en desgracia tomó varias horas, la policía se restringió a tratar de convencerlo para que desistiera en su actitud mientras se esperaba la llegada del Cazador, única manera efectiva de poder controlar y contenerlo.

Desde un taxi bajó la enorme figura del Cazador en boxer, chancletas y camiseta-musculosa, profirió primeramente algunos insultos a ambas partes y entró a quemarle la cabeza a Superman. A los cuarenta y cinco minutos aproximadamente la toma de rehénes terminó y sin mediar arresto se fueron al breca del turco, infaltable: Pelotero de Gatos donde tanto la muda Antonia como Uma pasaron por las armas al dilapidado heroe. Luego de la inversión, el Cazador lo embandejó en un taxi dejándolo para que se oreé en la Plaza Martín Fierro donde algunos trabas trataron de vejarlo y algunos linyeras intentaron ver que tanto acero le podían quitar para hacerse una moneda.