lunes, 26 de enero de 2009

NOSOTROS SOMOS MAS IGUALES QUE OTROS

Una de los argumentos más antidemocráticos y antihumanistas que me tocó soportar en la UNLZ fue la frase. "Es que no somos todos iguales, quitense eso de la cabeza, hay algunos más iguales que otros". Uno puede reconocer en tal pragmatismo de la frase la verdad que se dá en los hechos pero reconocer y asentar y aceptar tal frase es de por sí perpetuar la desigualdad, la injusticia y el autoritarismo. No todos los profesores de esa casa de estudios están en esa línea pero los que sí, no pierden el talante y la soberbia de creerse seres superiores, dioses. Sepanló son solo pedazos de carne. Son íconos y esquirlas de maquinaciones perversas, de algo que no es inteligencia.
Supongo que otras universidades los hay, estoy seguro que de esto hay que hablar y escribir, para algo estamos acá.

jueves, 22 de enero de 2009

LA DIFERENCIA DE LA IGUALDAD

En éstos últimos días vi en televisión y leí en un conocido diario matutino, informes sobre la discriminación y el racismo.
Creo que no aprendimos las lecciones de historia mundial y nacional, y temo –esto es lo más desconsolador— que no aprenderemos; los humanos en general y los argentinos en particular a respetar, a tolerar y a comprender al prójimo.
Un programa de TV emitió como conclusión que la mayor generadora de discriminación se encontraba entre los sectores ricos y pobres, luego entre las distintas etnias, razas y nacionalidades de habitantes de nuestro país y luego la discriminación que se hace a través del sexo y orientación sexual. La ecuación es simple de acertar: a mayor pobreza, mayor ignorancia, mayor discriminación. La ecuación aunque no se formuló en cuanto al otro segmento: los ricos; es tácita, es totalizadora, englobante de todas las demás franjas que se ven victimizadas y victimizan a su vez.
Resulta una obviedad decir a éstas alturas que todos discriminamos, que todos en el fondo contenemos un diferenciador que espera una chispa para hacer estallar el polvorín de la convivencia aparentemente armónica. Quien no se concientiza de ello es un negador. Y uno debe concientizarse y ser autocrítico para no reaccionar, para no caer en el éxtasis prepotente de creerse mejor que el otro.
Somos culturalmente discriminadores de diversas formas; sin embargo, en principio hay que establecer pautas entre lo que es discriminación dispositiva y discriminación inquisitiva. Discriminación dispositiva es aquella que latamente se realiza con una o varias series de al menos dos opciones dentro de un panorama de elección de objetos o sujetos a los que se prefiere por sus aptitudes positivas objetivas y que con respecto a las personas no debe fundamentarse de ninguna manera en conceptos de raza, religión, opiniones políticas o sociales. Ya que de ésta manera no se hace más que fundamentar la elección en particularidades injustificables per se. Tal electividad debe regirse por un firme y continuamente controlado sentido de la objetividad a cerca de la funcionalidad determinada de una persona por sus aspectos psicofísicos positivamente productivos para la sociedad y el individuo.
Ciertamente he aquí otro problema: el utilitarismo perverso que puede hacerse del método objetivo de elección en la búsqueda sutil de justificación para un segregacionismo institucionalizado e institucionalizante.
La discriminación inquisitiva es aquella que no se fundamenta o es abiertamente justificada en conceptos ilógicos, irracionales, incontrastables y antihumanos como los basados en el sexo, la orientación sexual, características étnicas, genéticas, disminuciones psíquicas o físicas, creencias religiosas, ideas políticas, sector social o económico de origen y pertenencia de las personas. Esta clase de discriminación sostiene el status y dignidad del grupo dominante por sobre la cosificación y la humillación del grupo discriminado.
Sabemos entonces que la discriminación tiene su raíz en una profunda baja autoestima y una necesidad patológica de poder que lleva a cualquier ser humano a la reacción, a la bestialidad por sí misma. ¿Sabemos como desactivarla para no autodestruirnos?
La discriminación es parte del control social que emplean los factores y grupos de poder que están dentro de los esquemas del poder policial ( aquel que no se sujeta a la Constitución de la República Argentina y es contraria al estado de derecho [art. 17, 18, 19 preponderantemente] ) logrando hacer somatizar por tales patologías los inconformismos y las divisiones de los ciudadanos y los habitantes de la nación para lograr sus fines de dominación.
¿Es que hay nazis en los sectores de poder? –puede preguntar cualquiera que ande a pie—Quizás sí, quizás no; lo fundamentalmente cierto es que la discriminación es una herramienta paranoide y policial que nos hace ver en el otro al enemigo, en el otro el infierno que Sartre no pudo reconocer en sí mismo.
Ser nazi no cuesta nada, es fácil, solo hay que abandonarse al odio, a la irracionalidad. Los nazis están en todas partes, en todas las clases sociales y económicas, los hay altamente ideologizados y sutiles y los hay sin convicción y groseros. Los más visibles se pueden hallar en Avenida de Mayo y sus adyacencias y en los taxis de la ciudad de Buenos Aires. Los más sutiles e ideologizados se hallan en los partidos políticos y en las universidades de derecho, creando esquemas y perjeniando doctrinas deformantes y pervertidoras de la democracia y la justicia.
Dejo una pregunta que no es mía sino de mi amigo Arturo ¿Por qué la mayoría de los taxistas son nazi fascistas y no más bien fassistas del faso como tiene que ser un buen argentino? ¿eh?

domingo, 18 de enero de 2009

Una noche en el Soulage


Moscini no lo recordaba perfectamente pero todo había acontecido hacía más de un cuarto de siglo atrás bajo la influencia de músicas del rigor sensual que esparcía la orquesta de Juan Carlos Rampoldi por toda la pista de baile del Hotel Soulage. A la tarde Moscini había estado en los arrabales de la ciudad tratando de amedrentar a un tipo que le estaba "serruchando el piso". Del fulano sólo se enteró que se llamaba Telléz; hubo una corta comunicación y una paliza que se grabaría de por vida en su memoria.

La plácida noche se mecía al compás de los violines de la orquesta, Rumualdo Laussane cantaba Viejo alfarero y él simplemente se imaginaba disfrutar su nerviosismo por la voz caudalosa que hacía de alfombra a la pronta llegada de Gertrudys. Moscini iba por el cuarto cigarro cuando desde las escalinatas de la entrada se desprendió la figura de ella: delicadamente felina dentro de una piel negra que mostraba un perfecto y acorazonado culo aquel que todos los hombres besaban con sus ojos ávidos y escondidos. La cotideana atención provocada por la mujer aumentó cuando desvió sus piernas de la habitual mesa del diputado Canteros y se colocó frente a un Moscini humeante y parco.

La boca, atravesada por el carmín y el delineador confirmaba una importancia y un interés que obviaba y perdonaba en el hervor de la sangre. Él deslizó con presteza la mano hacia la copa y sirviéndole sintió con aprensión hacia el paseo de la tarde moschiniana, la humedad irrevocable del agua del cordón en su zapato.

Aquel semblante templado e indolente había sido el de una mujer, hoy; carnes afuera significaba el de una perra, la zorra que creaba y deshacía a gusto y placer cualquier instancia, cualquier hombre. Desde su más tierna edad había seguido la tradición de las lívidas letras de la milonga para salir de su barrio y dar el espaldarazo a la excecrable raza de barro. Mezcló su rubia pira de cabellos y sus labios entre los licores y sillones de los palacios de Belgrano y sus niños bien; buscando siempre un gil que la acamale. Prueba superada era aquella, sin embargo algo le iba certificando que estaba perdiendo en la carrera. Objetos, cosos, alcohol y locura y todo continuaba siendo barro en medio de los mármoles flagrantes y opulentos. Y todo para qué. Y todo justo ahora.

La copa en sus labios como una extensión y un síntoma de ella viéndola a los ojos, intentando afinar la cordura y la justificación del engaño y el suicidio. No había modo, ya todo estaba consumado, sólo por eso se podía brindar.

__¿Bailamos? --sorprendió ella--.

__¿Por qué no? --asintió en la pregunta--.

Un aura; un ambiente perpetuo y sinuoso creaban al danzar así, tan ensimismados en ese ello que se forjaba, se iba de las manos y las bocas a terminar en los mismos barrios elíseos que los habían parido. Hubieran seguido danzando así, hasta sus propios velorios, ahí; solo ese era el objetivo del baile y su música y ellos coartándolo, por inútiles restringencias, necias palabras del odiar. Prohibido besarse en público, prohibido amar al público. El público amándose en la colegiada inmundicia de la privacidad escuchando el desfilar de los relámpagos y truenos de acero que cesgaban ciertas ideas, ciertas palabras, ciertas hambres.

Todo por la eterna deuda de querer ganar.

Eran tiempos de desgracia para cualquier levantamiento, ni se quería acordar de Juan Valle, con sorna de propaladora se repetía que había seleccionado un mal momento para levantarse a Gertrudys

__¿Y ahora quien se acuesta con Canteros? ¿Yo?

__Que se muera --dijo ella con un mínimo movimiento-- Si nos va a limpiar va a tener que hacerse cargo.

__¿Nunca vas a sonreir para mí? --cuestionó dulcemente Moscini al cercano oido de la dama-- Desde que te conozco jamás te vi sonreir. ¿Acaso te entristezco tanto?

__Si, en verdad sos una cebolla.

__Y vos mi pan. Mi pan dulce de navidad.

__Toda esta gente parece dormida, excepto los que miran. Pareciera que algo no los deja dormir.

__Rampoldi los hipnotiza. Cuando toque Sarrasani ya vas a ver como se despiertan.

__Quisiera que todo esto fuera un sueño.

__¿Qué tomaste?

__De enserio, eso quisiera.

__Ja, tomé yo y te pegó a vos.

__¿No viste lo que hice, no entendés lo que estoy diciendo?

__La suerte está echada, amor. Hay que engañar y bailar, nos hacemos invisibles en medio de todos estos cacatúas y ya veremos. No te preocupés ¿sí?

Moscini la abrazó contra su pecho propiamente como el último salvavidas universal, la última palmada de tierra firme en medio del diluvio. Juntos dibujaron un firulete que los dejaba cerca de la puerta trasera. Parecía costodiada hace rato por los monos de Canteros.